(1Mac 4, 36-37 / 1Cro 29, 10-12 / Lc 19, 45-48)

“Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen…” hacer caso a estas palabras del Señor implica dos cosas: la primera, saber reconocer su voz aun en medio de muchas dificultades; la segunda, el reconocimiento de que el Señor nos conoce y seguirle conscientes de ello.

En la primera lectura y en el Evangelio escuchamos la importancia del Templo, algo que pareciera estarse perdiendo, como un lugar sagrado al que se acude para encontrarse con Dios, darle culto y el respeto del mismo. Por un lado Judas que restauró el culto, por el otro, Jesucristo reclamando: “Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.

Sería bueno que nos preguntáramos acerca del valor que le damos a nuestros templos, después del tiempo de confinamiento que vivimos, muchos de nuestros feligreses no han vuelto a los templos por miedo al contagio, pero si han vuelto a salir a tiendas, eventos sociales, restaurantes ¿que tanta importancia le damos a nuestros templos?

Por otra parte, es importante también el cuestionarnos acerca de qué tanta importancia nos damos a nosotros mismos, templos del Espíritu Santo, y al cuidado de nuestro interior, pidámosle al Padre la gracia de poder vivir conscientes de que que la máxima autoridad la tiene Dios. “Tuyo, Señor, es el reino, tú estás por encima de todos los reyes. De ti provienen las riquezas y la gloria.”

(P. JLSS)