(Bar 1, 15-22 / Sal 78 / Lc 10, 13-16)

Ayer escuchábamos en la Palabra la emoción del pueblo de Israel al escuchar la Palabra de Dios y reflexionamos acerca de qué tanto recurríamos a ella para encontrar respuestas a nuestras interrogantes y necesidades. Hoy la palabra nos invita a cuestionarnos si estamos dispuestos a obedecer lo que en ella nos confronte.

“Hagámosle caso al Señor, que nos dice: no endurezcan su corazón” dejemos que estas palabras resuenen en nuestro interior y generen fruto. Hagamos un recorrido por todo aquello que el Señor ha realizado en nuestras vidas y confrontémoslo con la respuesta que nosotros le hemos dado a su amor para experimentar su misericordia.

Eso fue lo que hizo Baruc cundo se acerca a Dios diciendo: “Desde el día en que el Señor sacó de Egipto a nuestros padres hasta el día de hoy, no hemos obedecido al Señor, nuestro Dios, y nos hemos obstinado en no escuchar su voz…” ¿Te podrá estar pasando igual? ¿Existe algo que has descubierto que debes cambiar y no lo has hecho por desidia?

¿Podría lamentarse el Señor de nuestra cerrazón así como lo hizo con Corozaín y Betsaida? Donde les dice que si en otras ciudades se hubieran realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Padre que no seamos mal agradecidos, ayúdanos a reconocer tu ayuda y a valorarla para vivir como personas que se saben amadas por ti, que nunca rechacemos tu amor por soberbia.

(P. JLSS)