(Lv 23, 1. 4-11. 15-16. 27. 34-37 / Sal 80 / Mt 13, 54-58)

Hemos escuchado en la primera lectura la institución de las festividades judías, para muchos de nosotros, éstas quedaron fuera de nuestra comprensión por no conocer el porqué de las mismas. Así como muchas de nuestras celebraciones religiosas podemos no estarles dando la importancia que merecen por ignorancia.

Pudiéramos identificar dos tipos de ignorancia, la conocida y la desconocida; la primera a la que me refiero es aquella que se acepta y se busca erradicar con la verdad y el conocimiento; la segunda es la más peligrosa, es aquella en la que una persona cree que conocer aquello que desconoce (total o parcialmente).

¿Conocemos a Dios? ¿Hemos aprovechado su cercanía? ¿Qué tanta atención préstamos a las cuestiones externas? Los personajes del Evangelio que hemos escuchado se cerraron a la acción de Dios por creer conocerle, nos dice el Evangelio: “Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.” Esta incredulidad se fundamentó en su ignorancia.

Padre, aceptamos que hemos conocido el amor que nos tienes por medio de Jesucristo, sabemos que contamos con el auxilio y la protección de tu gracia y del Espíritu Santo, ilumínanos, necesitamos ser valiente y aceptar que tu poder supera nuestro conocimiento y nuestras capacidades. Por ello, nos ponemos en tus manos y te pedimos que ser capaces de sorprendernos cada vez más con tu amor.

(P. JLSS)