(Ex 40, 16-21. 34-38 / Sal 83 / Jn 11, 19-27)

Todos los que creemos en Jesucristo tenemos algo claro, Dios nos ama. Nos quiere cerca de Él, pone todos los medios para atraernos hacia sí, dependerá de nosotros mismos qué tanto permitamos que su amor ejerza fuerza y produzca cambios en nuestro interior.

Es muy providencial que en esta semana en la que hemos venido reflexionando acerca de aquello que nos pudiera estar distrayendo, conmemoremos a Santa Marta, aquella mujer que un día fue corregida por preocuparse más por las cosas externas que por la presencia del Señor en su casa (cf. Jn Lc 10, 41-42).

En el Evangelio según san Juan podemos reconocer a una mujer que, con una fe ya madura, aun cuando pone su atención en las cosas externas, confía más en el poder de Jesús, así lo podemos ver en su frase: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas…” está dolida por la muerte de su hermano pero es consciente de la cercanía y el poder de Jesús.

En medio de tus dolores o sufrimientos ¿eres capaz de reconocer la presencia del Señor a tu lado? Hoy, pediremos a Dios Padre que por la fuerza del Espíritu Santo destruya en nuestro interior todo el dolor o miedo que nuestra incomprensión haya permitido anidar en nuestro interior. Digámosle todo lo que estamos sufriendo, desahoguémonos terminando nuestra oración con las palabras de Marta «Pero aún ahora estoy segura(o) de que Dios te concederá cuanto le pidas…» la última palabra, siempre la tiene Dios.

(P. JLSS)