(Gn 23, 1-4. 19; 24, 1-8. 62-67 / Sal 105 / Mt 9, 9-13)

En un corazón cerrado Dios no puede hacer nada, porque nos ama tan profundamente que respeta totalmente nuestra libertad, quien ama de verdad no oprime ni exige sólo ama. Podríamos pensar que al decir cerrado el corazón me refiero a la gente «mala» y no, muchas veces las personas que más limitan la acción de Dios en su interior son las que se creen «buenas».

¿Estás dispuesto a dejar que Dios entre en tu interior y desaparezca todo lo que necesita ser cambiado o prefieres seguir en tus comodidades? Mateo, aunque publicano, tenía un corazón libre de corrupción, estaba abierto a Dios, por ello es capaz de responder inmediatamente al llamado de Jesús sin pensar tanto en sus limitaciones.

Abraham por su parte, consciente de que Dios cumpliría sus promesas, él permanece fiel a la alianza, busca una esposa para su hijo siguiendo la ley y sus costumbres sociales pero teniendo a Dios en cuenta. Ambos personajes tienen a Dios presente en sus vidas… ¿qué tan presente le tienes en la tuya? Recuerda, el Señor lo tiene claro, “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos”.

Dejemos de lado todos los prejuicios que nos hayan creado, todas las ideas erróneas acerca de cómo es Dios que nos hayan formado (no se puede ver con los ojos de Dios si no se tiene su corazón) y escuchemos su voz que nos dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio”.

(P. JLSS)