(Ef 2, 19-22 / Sal 116 / Jn 20, 24-29)

“Ya no son ustedes extranjeros ni advenedizos; son conciudadanos de los santos y pertenecen a la familia de Dios…” Cuánto bien nos haría no olvidar estas palabras de San Pablo, en Cristo cada uno de nosotros hemos sido reconciliados con Dios, en eso debemos centrar nuestra atención.

El Señor nos conoce y está dispuesto a perdonarnos siempre porque nos ama infinitamente, quien ama siempre confía en el amado, siempre espera, siempre da oportunidad al cambio, cuánto más Dios que es Amor.

Se trata de abandonarse a su amor pensando en su misericordia y no tanto en nuestras fragilidades, hoy que celebramos al apóstol Tomás, hemos escuchado cómo actúa el Señor, frente a la frase: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”, cuando Jesús se vuelve a aparecer, sin reproches y deseándoles la paz a todos dice: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”.

Padre, abandonados a tu misericordia y conscientes del inmenso amor que nos tienes, reconocemos que muchas veces hemos errado por miedo o incomprensión, necesitamos tu paz, por eso hoy nos ponemos en tus manos y te pedimos que por acción del Espíritu Santo nos des la serenidad que proviene de ti.

(P. JLSS)