(Sir [Eclo] 44, 1. 9-13 / Sal 149 / Mc 11, 11-26)
El Señor Jesús que nos conoce y ofrece todo lo que necesitamos para ser plenos y felices «nos ha elegido del mundo, para que vayamos y demos fruto y este fruto permanezca» ¿cómo lograr que se cumpla en nosotros esto? Dejando que el amor del Señor actúe libremente en nuestro interior.
Quien se sabe amado, lo manifestará con actos simples, concretos. Y es que no se trata de querer hacer mucho, sino de dejar que el Espíritu Santo haga mucho en nosotros. Dios nos ha dado todo para dar fruto, no debemos permitirnos caer en la comodidad o apatía como la higuera del Evangelio.
El fragmento del Evangelio que hemos escuchado podría ser sintetizado en procurar hacer lo que nos toca, corresponder al amor de Dios y manifestar el mismo. Esto y la primera lectura ha traído a mi memoria una frase que Pedro Arrupe, quien dijo en una ocasión: «No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido». No podemos acostumbrarnos al amor de Dios.
Padre Bueno, te pedimos que aumentes en nosotros la fe para poder dar testimonio de tu presencia en nuestras vidas, que nunca olvidemos el amor que nos tienes. Que tu espíritu grabe en nuestros corazones la necesidad que tenemos de aprender a perdonar, “porque si ustedes no perdonan, tampoco el Padre, que está en el cielo, les perdonará a ustedes sus ofensas”.
(P. JLSS)
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