(Hch 15, 22-31 / Sal 56 / Jn 15, 12-17)

Dentro de las cosas que más alejan a personas que se quieren incorporar o reincorporar a las prácticas religiosas (Celebraciones litúrgicas, vida sacramental, etc.) están aquellas personas que muy pronto quieren indicarles sus errores o supuestas malas practicas, en lugar de enseñarles y conducirles a la fe.

Jesús mismo nos dijo: “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”. Él nos quiso enseñar antes que corregirnos, amarnos antes que juzgarnos y mediante el amor llevarnos a lo correcto. Una. Persona que se sabe amada se deja conducir.

¿A quién te pareces más a quien anda corrigiendo a todo mundo o te da igual? Amar no significa ser indiferente significa tomar la firme determinación por el bien del otro. Eso es lo que hemos visto en el concilio de Jerusalén, se busco la voluntad de Dios y se concluyó: “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias…”

Padre concédenos la capacidad de ver en las necesidades de los hermanos una oportunidad para acercarles a tu amor, que nunca nos sintamos superiores o nos creamos “buenos”, que busquemos serlo. Haz que nunca se nos olvide que «no somos nosotros los que le hemos elegido, es Él quien nos ha elegido y nos ha querido destinar para ir y dar fruto y que este fruto permanezca»

(P. JLSS)