(Hch 15, 7-21 / Sal 95 / Jn 15, 9-11)
En la aclamación anterior al Evangelio, escuchamos una vez más, la frase del Señor donde nos dice que quienes somos sus ovejas estamos pendientes a su voz (Cf. Jn 10, 27), eso lo podemos reconocer en la sutileza con la que Pedro reconoce la acción de Dios con los paganos. Lo que nos debe llevar a cuestionarnos qué tan atentos estamos a la acción de Dios.
San Pedro tiene la capacidad de reconocer que Dios ha sido bueno con todos, que referente a los paganos, “Dios, que conoce los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo, igual que a nosotros. No hizo distinción alguna, ya que purificó sus corazones con la fe”. Eso no dependía más de ritos antiguos, no se aferra a falsas seguridades sino a Dios.
Cumpliendo con sus misión San Pedro (cf. Mt 16, 18; Lc 22, 31-32; Jn 21, 15-17) pone fin a la discusión, advirtiendo sobre el peligro de irritar a Dios imponiendo a los discípulos ese yugo, concluye diciendo: “Nosotros creemos que nos salvaremos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos…”
«El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma». Mismo que no está sobre la Palabra de Dios , sino a su Servicio. (Cf. CCE 85 y ss.) Pidámosle a Dios la humildad de reconocer que no lo sabemos todo y recurrir a fuentes válidas en busca de la verdad. No atentemos contra la unidad (Cf. Jn 17, 21) y permanezcamos en su amor.
(P. JLSS)
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