(Rut 2, 1-3. 8-11; 4, 13-17 / Sal 127 / Mt 23, 1-12)

Ayer escuchábamos una tentación que podemos vivir en nuestra vida espiritual, querer encontrar atajos; hoy escuchamos otro obstáculo muy común que se puede tener y es el mal testimonio de lo líderes religiosos que nos pueden desilusionar y/o hacernos justificar nuestros malos comportamientos.

Ante estas circunstancias el Señor nos diría: “Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra… Todo lo hacen para que los vea la gente.” Nuestros actos de piedad y de bondad deben realizarse por caridad, para agradar a Dios y no a los hombres, de lo contrario «ya recibimos nuestra recompensa (cf. Mt 6, 1-6. 16-18).

Cuando Jesús dice que no permitamos que nos digan «maestro», ni «padre», ni «guía», no se refiere a una cuestión meramente semántica sino muy profunda, cuando alguien se comienza a creer maestro o padre o guía sin tener en cuenta a Dios comenzará a exigir derechos que no le corresponden. Debemos tener cuidado de la soberbia.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a no equivocarnos, que nunca busquemos puestos sino sólo fidelidad a Dios; y que en los momentos que necesitemos claridad busquemos sus enseñanzas, cuando estemos perdidos busquemos su guía y cuando nos sintamos solos experimentemos su paternidad. La fidelidad nunca quedara olvidad como escuchamos que le pasó a Rut.

(P. JLSS)