(2Sm 12, 1-7. 10-17 / Sal 50 / Mc 6, 35-41)

En este breve texto del Evangelio encontramos dos frases con las que podríamos reflexionar por largo tiempo, la primer viene de los discípulos hacia Jesús: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”, interrogante qué hemos hecho también nosotros en momentos de incomprensión y miedo buscando la aclaración, solo nosotros sabemos si ha sido abandonados a su voluntad o no.

El Evangelio nos cuenta que Jesús actúa de una manera muy sencilla cuando se le permitió y que el viento cesó y sobrevino una gran calma. Y es cuando viene la segunda frase de la que hablaba, ahora es Jesús el que habla a los discípulos (y a ti y a mi también): “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”, ¿cómo te haría esta pregunta el Señor en estos momentos?

Quien se olvida del poder de Dios se dejará conducir por el miedo o por una supuesta autosuficiencia que hará que uno busque distractores fáciles que le harán más olvidarse de Dios, convirtiéndose esto en un círculo vicioso del cual solo se podrá salir con humildad, como le pasó al Rey David.

David cayó en la tentación con la mujer de Urías, a ti y a mí nos pasará con aquello donde nos descuidemos y le permitamos hacer que nos olvidemos de todo lo que Dios ha obrado en nuestras vidas, por ello acerquémonos a Dios con humildad y digámosle: “Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.”

(P. JLSS)