(1 Sam 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1 / Sal 20 / Mc 2, 13-17)
Siempre me ha impresionado la fidelidad y misericordia del Señor, siempre acercándose a nosotros para darnos la oportunidad de cambiar, Jesús lo dice textualmente cuando es criticado por juntarse con «pecadores y publicanos»: “no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.
En la primera lectura escuchamos como Dios, aun cuando el pueblo de Israel queriéndose igualar a los demás pueblos busca un rey guerrero, en lugar de seguir con la estructura teocrática que llevaban, les concede lo que le pedían en Saúl quien es consagrado (ungido) por el profeta Samuel.
Esta forma de actuar de Dios siempre se me ha figurado a la de los padres que, aun sabiendo que los hijos están apunto de hacer algo equivocado, por amor, respetan sus decisiones y al ocurrir aquello que sabían que pasaría, ayudan al hijo a asumir las consecuencias; Dios nunca dejará que seamos irresponsables…
Dejemos de lado toda falsa idea y abandonémonos a Dios, el siempre está dispuesto a recibirnos, él nos quiere amar y sabe cuándo le necesitamos más, dejémosle que se acerque a nosotros aunque nos encontremos en nuestros «bancos de impuestos», sólo su amor nos hará capaces de abandonar aquello que pareciera imposible. Hay que reconocer la enfermedad para acudir a quien puede sanarla… dependerá de nosotros.
(P. JLSS)
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