(Ez 2, 2-5 / Sal 122 / 2Cor 12, 7-10 / Mc 6, 1-6)

«¿Qué significa tanto llanto y alboroto?» con esta interrogante, la semana pasada, la palabra nos invitaba a tener fe; esta semana, se nos invita a dejarnos sorprender por el Señor, a quitar de nosotros toda falsa idea de su poder, a acercarnos a Él como niños confiados.

Quien cree conocer del todo a Jesús puede quedarse en el asombro/incredulidad de sus coterráneos: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María…? Y estaban desconcertados”. ¿Que te desconcierta del amor y la misericordia de Dios? ¿Qué cosas te hacen cerrarte a la gracia?

Dios nos ofrece su amor en todo momento, eso no depende de ti ni de mi, sino de su infinito amor, como escuchamos del profeta Ezequiel, “a ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán qué hay un profeta en medio de ellos”. Volvamos a centrar nuestra atención en Jesucristo nuestra atención, dejemos de pensar tanto en nuestras limitaciones y aceptemos el inmenso amor que nos ofrece.

Cuando fallemos debemos tener presente que el amor de Dios no depende de nosotros sino de Él, no debemos pensar tanto en el pecado… aprendamos del testimonio de San Pablo que estar entreteniéndose mucho en la «espina clavada» que llevaba, Dios le dice: “Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. Padre enséñanos a tener nuestra atención puesta en ti y tu gracia más que en nuestras limitaciones o carencias, porque éstas frente a tu poder, no son nada.

(P. JLSS)