(2Re 22, 8-13. 23, 1-3 / Sal 118 / Mt 7, 15-20)
Cuando uno quiere ser buen cristiano debe tener presentes las palabras del Señor: “Permanezcan en mí y yo en ustedes, el que permanece en mí da fruto abundante”, lo que pasa es que no se trata de hacer mucho sino de dejarle a Él que haga mucho en nosotros. Se trata de aferrarse a su amor y no darle tanta importancia a nada más.
Quien se deja distraer, puede llegar a olvidarse hasta de lo más básico: lo infinitamente amados que somos; esto, a su vez, le llevará a poner interés en puras cosas secundarias… (aunque se disfracen de muy piadosas). Debe llamarnos la atención el grado de abandono de la Alianza del pueblo de Israel y sus gobernantes, y cómo éstos renuevan pretenden renovar continuamente su alianza mediante puros actos externos, como hizo Josías.
Quien entra en esta dinámica, consciente o inconscientemente, terminará por creerse autosuficiente o tendrá una espiritualidad muy autoreferencial, nosotros sabemos que contamos con el Espíritu Santo, pidámosle que nos ilumine para procurar permanecer en el amor de Dios y gozar de su presencia.
Digámosle a Dios nuestro Padre: “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón”. No nos engañemos: Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. ¿quieres saber si estás abandonado a Dios o no? Revisa los frutos de tus acciones.
(P. JLSS)
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