(St 4, 13-17 / Sal 48 / MC 9, 38-40)

Hay una diferencia muy grande entre inteligencia (capacidad de comprensión) y sabiduría (conocimiento amplio y profundo adquirido por el estudio y/o experiencia que faculta para actuar con sensatez, prudencia y acierto), quienes creemos en Dios debemos aspirar a la sabiduría.

Ahorita pareciera que en el mundo gobiernan las personas “inteligentes” de amplio contenido teórico y se rechazan a quienes poseen la sabiduría (por lo general, ancianos y personas humildes), se necesita pedir la sabiduría que proviene del Espíritu Santo para tener siempre presentes las palabras del Señor: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí… y aceptemos que si en nuestro modo de proceder, en nuestra manera de interpretar y vivir estorba Cristo, no es lo correcto.

Los discípulos en el Evangelio interpretan la realidad siguiendo una lógica muy humana, los que no son de mi grupo no están bien, son malos o sospechosos. Nuestra preocupación no debe estar en planificar como si fuésemos autosuficientes o juzgar la vida de los demás, sino en vivir el momento presente teniendo a Dios presente buscando nuestra felicidad.

Te pedimos Padre, que por la fuerza del Espíritu Santo, nos des la fe que nos falta para ser capaces de confiar más en ti que en nuestros criterios, y que nuestro mayor interés esté puesto en gozar más de tu amor y de tu gracia, antes que andar perdiendo el tiempo juzgando o queriendo cambiar lo que sólo esta en tus manos hacerlo.

(P. JLSS)