(2Tim 1, 1-8 / Sal 95 / Mc 4, 21-25)
Tras la fiesta de la conversión de san Pablo celebramos a dos de sus colaboradores a los cuales Pablo les envía cartas particularmente: Timoteo, hijo de madre Judía, bautizado por el apóstol y compañero en sus viajes misionales hasta que fue designado obispo de Éfeso. Tito fue su compañero desde el principio del apostolado de Pablo, se encargó de la evangelización de la isla de Creta.
“¿Acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?…” esta frase del Evangelio me recuerda cómo la fe en nosotros debe alumbrar a quienes convivan con nosotros, no de una manera meramente externa, sino por el testimonio que ésta debe impulsar en nosotros, porque viviremos con la Palabra de Dios «como antorcha para nuestros pasos y luz en nuestro sendero».
Celebrar a Timoteo y Tito nos debe llevar a reconocer ese llamado que tenemos todos a vivir nuestra fe en el Hijo de Dios que nos ha amado y se ha entregado por nosotros (cf. Gal 2, 20) y confiados en que “el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación”.
Pidámosle a nuestro Padre Dios que nos conceda la capacidad de vivir abandonados al impulso del Espíritu Santo para dar testimonio con nuestra vida de ese amor que se nos ha manifestado, lejos de intereses o criterios mundanos. Santos Timoteo y Tito, rueguen por nosotros.
(P. JLSS)
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