(Hch 22, 3-16 / Sal 116 / Mc 16, 15-18)
Hoy celebramos la fiesta de la conversión de san Pablo, en ella agradecemos a Dios por este gran apóstol y también porque en este acontecimiento podemos reconocer una vez más ese deseo que tiene nuestro Padre Dios de que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (cf. 1Tim 2, 4)
El mismo Señor Jesucristo lo manifiesta cuando envía a los Once diciendo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado”… lo que nos debería llevar a cuestionarnos acerca de nuestra fe y la resistencia que ponemos en ocasiones a la misma.
El testimonio de San Pablo es muy bello, es capaz de reconocer todos los detalles por los que Dios se fue manifestando, desde la llegada de Ananías, su curación milagrosa y las palabras que le dice: “El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad, vieras al Justo y escucharas sus palabras, porque deberás atestiguar ante todos los hombres lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo, reconoce que Jesús es el Señor y queda limpio de tus pecados”.
Pablo cumplió con la misión que Dios le encomendó ¿cómo vas con la tuya? ¿Tienes claridad acerca de lo que Dios te está pidiendo en estos momentos? El Señor nos «ha elegido del mundo para que vayamos y demos fruto y que nuestro fruto permanezca» reconozcamos la misericordia que el Señor ha tenido para con nosotros y vivamos de acuerdo con ese amor, una persona que se sabe amada siempre da frutos.
(P. JLSS)
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