22 de diciembre
(1Sm 1, 24-28 / 1Sm 2 / Lc 1, 46-56)

Siempre me ha impresionado la humildad con la que María espera el nacimiento del Salvador, aun cuando ella será la madre del mismo no se deja ensoberbecer por tal honor, sino que sabe reconocer el don de Dios ante todo ¿te dejas impresionar por las responsabilidades que se te confían?

Hay personas que cuando reciben un cargo, una responsabilidad, por insignificante que sea, comienzan a sentirse superiores, como si de eso dependiera su valor; quienes creemos y conocemos a Dios sabemos que independientemente de la responsabilidad que tengamos, lo más valioso que podemos poseer es su amor y su gracia.

Hoy escuchamos en las lecturas a dos mujeres muy agradecidas con Dios por los dones recibidos, Ana y María, las dos en lugar de encerrarse en si mismas y/o en su vanagloria, reconocen la acción de Dios y le reconocen: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava…”

Esperar la navidad, es ceder el trono al que realmente lo tiene, dejar que quien nos rija sea Él y no la vanidad ni la soberbia. Padre Celestial, ayúdanos a ser más humildes para saber reconocer que solo Tú tienes el poder sobre todo y solo Tú puedes traer luz allí donde todo pareciera ser oscuridad. “Rey de las naciones y piedra angular de la Iglesia, ven a salvar al hombre, que modelaste del barro.”

(P. JLSS)