(2Mac 6, 18-31 / Sal 3 / Lc 19, 1-10)

¿Aún sigues deseando conocer a Dios cada vez más o te sientes satisfecho con lo que le conoces? Cada uno de nosotros si en verdad conociéramos al Señor y nos abandonáramos a su amor deberíamos tener la tranquilidad del salmista: “En paz me acuesto, duermo y me despierto, porque el Señor es mi defensa. No temeré a la enorme muchedumbre que se acerca y me acecha.”

El anciano Eleazar de la primera lectura nos enseñó que vale más la fidelidad a Dios que las falsas seguridades, porque es mejor perder algo momentáneo que algo eterno, “Tú, Señor, que todo lo conoces, bien sabes que pude librarme de la muerte; pero, por respeto a ti, sufro con paciencia y con gusto, crueles dolores en mi cuerpo y en mi alma” ¿tienes claro en que situaciones o cosas has puesto tu seguridad? ¿Dios es fuente de paz en tu vida?

Zaqueo, un jefe de publicanos, quería conocer a Jesús y no permitió que los prejuicios y las limitaciones que habían en torno a él limitaran su esfuerzo por conocer al Señor, cuando él se atreve a buscarle el Señor aprovecha y hasta se hospeda en su casa. Basta que nos abandonemos a su gracia para que él transforme nuestra existencia.

Padre, queremos conocerte cada vez más y que te conviertas en lo más valioso para nosotros, que el Espíritu Santo nos dé la valentía para confiar más en tu misericordia que en nuestras limitaciones, para experimentar en nuestro interior el cumplimiento de las palabras del Señor: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

(P. JLSS)