MARTES – SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Ap 3, 1-6. 14-22 / Sal 14 / Lc 19, 1-10)

Tener presente que “Dios nos amó y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados…” ¿genera algún sentimiento en nuestro interior o no? ¿Tenemos deseos de encontrarnos con Jesús? La historia de Zaqueo nuevamente nos servirá de ejemplo, en ella escuchamos al Señor decir: “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

Este personaje quería conocer a Jesús a tal grado que dejó de ver su limitación (su estatura) y buscó la manera de lograr el encuentro (se sube a un árbol) Jesús al ver tal acto no sólo se deja conocer sino que se hospeda en su casa… basta con que dejemos nuestros criterios y nos dirijamos a él para que «llegue la salvación a nosotros».

Las comunidades de Sardes y Laodicea, ya estaban muy cómodas, al parecer ya habían dejado de buscar al Señor, a la primera se le reprocha «en apariencia estar viva, pero por dentro estar muerta», a la segunda, se le reclama no ser ni fría ni caliente, incluso se le dice que «por ser tibia, estar a punto de vomitarle» ¿tienes alguna actitud similar en tu manera de vivir la fe?

Sigamos el ejemplo de Zaqueo y dejemos todas nuestras limitaciones a un lado y dejemos al Señor obrar, creamos en la misericordia de Dios, eso que para nosotros es una limitante con la gracia de Dios puede ser una fuente de bendición para muchos. Hagamos caso al Señor que nos dice: “Reacciona, pues, y enmiéndate. Mira que estoy aquí, tocando la puerta; si alguno escucha mi voz y me abre, entraré a su casa y cenaremos juntos”.

(P. JLSS)

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