(Job 3, 1-3.11.16.12-15.17. 20-23 / Sal 87 / Lc 9, 51-56)

Una característica de la presencia de Dios en nuestras vidas es la serenidad, cuando una emoción es demasiado grande en nosotros debemos tener precaución, demasiada euforia nos puede llevar a un triunfalismo o a un pesimismo exagerado ¿cómo está la serenidad en tu vida?

Por un lado escuchamos en Job la desesperación y tristeza por todas las desgracias que le han pasado, a tal grado que se pregunta por el sentido de la vida, algo válido en momentos tristes, sin embargo, podemos notar cómo esto siempre pasará mientras permaneciendo negados queramos comprender la voluntad de Dios.

Por otro lado y, más peligrosos para mi, encontramos a los eufóricos, como los discípulos en el Evangelio, que creyéndose buenos o mejores que los demás, querrán hacer justicia pronta y según ellos bien justificada por buenos motivos. Nunca hay que tomar decisiones de manera acalorada.

Pidámosle a Dios que nos dé la capacidad de aguardar a que llegue la paz, sólo así estaremos abiertos a las necesidades de los demás y a la claridad para reconocer cuando hay que hablar, cuando hay que callar, cuando hay que actuar, dejemos de lado el espíritu reactivo del mundo, manifestando que ser discípulos del príncipe de la paz (Cf. Is 9, 6).

(P. JLSS)