MARTES – SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO

Diocesis de Mexicali https://diocesisdemexicali.org


(2Sm 18, 9-10. 14. 24-25. 30-19, 3 / Sal 85 / Mc 5, 21-43)

Siempre que escucho la narración de la muerte de Absalón y la reacción de David al enterarse de ella se viene a mi mente cuando Jesús invita a sus discípulos a confiar en Dios teniendo en cuenta que si los padres «a pesar de ser malos sabemos dar cosas buenas a los hijos, con cuanta mayor razón el Padre celestial» (cf. Mt 7, 11).

Textualmente nos dice que al enterarse David se estremeció, rompió a llorar, diciendo: “Hijo mío, Absalón; hijo, hijo mío, Absalón. Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar, Absalón, hijo mío…” ¿no debería estremecernos pensar en el misterio de nuestra redención, en la Cruz? Porque “Cristo hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.”

En el Evangelio escuchamos a dos personas que creyeron en el poder de Jesús, cada una se acerca a Él con su problemática concreta, con sus prejuicios propios y los de los demás, sin embargo su mirada estuvo puesta más en Jesús y su palabra que en eso. ¿Qué te hace desconfiar de la ayuda que puede darte el Señor?

Muchas veces lo que limita nuestro acercamiento es el temor y no debe ser así, nosotros confiamos en el amor del Padre celestial. No escuchemos tanto las voces que quieren llevarnos a una resignación escéptica, escuchemos la voz de Jesús que frente a la problemática concreta que podamos estar viviendo nos dice como a Jairo: “No temas, basta que tengas fe”.

(P. JLSS)

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