(Hb 10, 1-10 / Sal 39 / Mc 3, 31-35)

El agradecimiento es una virtud que todos deberíamos esforzarnos por acrecentar, sólo quien sabe reconocer el don sabrá agradecerlo. El mismo Jesús nos lo enseña cuando es capaz de reconocer la voluntad de Dios y agradecerla: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.”

¿Que tan sencillo soy para aceptar la voluntad de Dios? ¿Soy capaz de reconocer la grandeza de la Misericordia de Dios y agradecerla aunque no la comprenda? En el pasaje del Evangelio que escuchamos contemplamos cómo el Señor aprovecha la visita de sus parientes para enseñar que la unidad que produce el reino es más fuerte que la sanguínea. No desprecia su familia, aprovecha la oportunidad para enseñar.

El autor de la carta a los hebreos invita a prestar atención en la firme determinación del Señor para salvarnos, en su total entrega… “en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.” ¿Aceptas este misterio?

Señor Jesucristo agradecemos tu inmensa generosidad y el amor del Padre que nos has dejado manifiesto con tu encarnación, te pedimos que envíes al Espíritu Santo a nuestros corazones para que los haga más agradecidos, reconocemos que perdemos mucho el tiempo con lo que según «nos falta» en lugar de agradecer lo que tenemos. Enséñanos a valorar todos tus dones.

(P. JLSS)