MARTES – SEMANA III DE CUARESMA

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(Dn 3, 25. 34-43 / Sal 24 / Mt 18, 21-35)

Ayer escuchábamos cómo Naamán fue capaz de escuchar y dar razón a la voz de dos esclavos que le ayudaron a dirigirse hacia donde encontraría la sanación, al igual que este personaje, tú y yo debemos estar abiertos y dejarnos conducir hacia a Dios independientemente del medio por el que nos llegue su voz.

Por ello, hay que decirle a Dios: “Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza”. Y tener presente que para aceptar la voz de Dios, hay que aceptar que tenemos necesidad de su acción. Cuántos enfermos hemos conocido que no van al doctor sólo por no aceptar que están enfermos.

En la primera lectura, escuchamos la oración de Azarías quien después de reconocer sus carencias y pecados, su necesidad, le dice a Dios «acepta nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado… Que ése sea hoy nuestro sacrificio y que sea perfecto en tu presencia, porque los que en ti confían no quedan defraudados». Acerquémonos a Jesús y dejemos que el transforme nuestro corazón.

Quien no se reconoce necesitado, tampoco podrá reconocer el haber sido ayudado, y tarde que temprano volverá a sus antiguas costumbres. No podrá tener misericordia por no aceptar que se ha tenido para con él mismo. “Todavía es tiempo, dice el Señor, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso”. Creamos más en Dios que en nuestras limitaciones:

(P. JLSS)

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