MARTES – SEMANA III DE ADVIENTO

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(Jue 13, 2-7. 24-25 / Sal 70 / Lc 1, 5-25)

“Señor, sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.” Con estas palabras del salmo me gustaría comenzar esta reflexión, hoy que aclamamos al Señor como Raíz (retoño) de Jesé, porque solo quien tiene su confianza en Dios puede afrontar e interpretar la realidad de manera distinta.

Sabemos que para Dios no hay imposibles y que quien a él tiene nada le falta, pero debemos dejar que actúe libremente en nuestro interior. Debemos aprender como María a preguntar siempre «¿cómo…?» y no tantos «¿por qué…?», el porqué busca saciar únicamente la razón sin más, el cómo parte de la confianza.

Tanto en el Evangelio como en la primera lectura se nos presentó la bendición que Dios da de quitar la esterilidad y dar la bendición de un hijo a dos familias distintas. En ambas hay esterilidad junto a la perseverancia en la fe en Dios, ambos no se rindieron y consiguieron a su tiempo, no solo tener descendencia sino que procrearon a personas muy especiales.

No se trata de quedarnos solo con el nacimiento de estos personajes, sino de comprender que Dios puede hacer desaparecer toda infertilidad de nuestras vidas y sacar frutos superabundantes de ellas. Presentémosle todo aquello de nuestras vidas que parezca infecundo y dejémosle actuar con libertad, sus bendiciones rebasarán nuestras expectativas siempre, confiemos.

(P. JLSS)

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