(St 3, 13-18 / Sal 18 / Mc 9, 14-29)

Ayer domingo reflexionamos acerca de la acción de Dios en nuestras vidas y cómo ésta se notará en nuestro actuar. Si confesamos que “Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio” es muy válido preguntarnos qué tanto se nos nota que poseemos esa vida.

Quienes creemos en Cristo, no debemos acostumbrarnos jamás a su amor, quien le conoce, no puede parecer planta “pachichi”, a la planta que le falta agua se le nota. Los discípulos, creo que ya se habían conformado con lo que conocían de Cristo por lo que no pudieron curar al enfermo, Cristo les reprocha: “¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportados? Tráiganme al muchacho”.

Nunca debemos acostumbrar al amor de Dios, nunca nos debemos quedar satisfechos con lo que le conozcamos, siempre debemos procurarle más y más ¿crees conocer mucho a Dios? Analiza tus obras y ponlas frente a las palabras de Santiago: “los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia”.

Acerquémonos a Jesús confiados en su amor y deseando poseerle más, digámoste que si bien creemos, que nos de él la fe que nos falta; y si existe algo con lo que luchas mucho sin obtener éxito, reflexiona qué te dicen las palabras de Jesús: “Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno” y pon manos a la obra.

(P. JLSS)