20 de diciembre
(Is 7, 10-14 / Sal 23 / Lc 1, 26-38)

Señor Jesucristo, hoy te invocamos con esta antífona: “Llave de David, que abres las puertas del Reino eterno, ven a librar a los que yacen oprimidos por las tinieblas del mal”, ayer que meditamos cómo se prepararon José y María ante el anuncio de tu llegada, queremos prepararnos a tu llegada desde nuestra realidad concreta.

Queremos que llegues a nuestras vidas y abras todo aquello que hemos cerrado a tu acción, sabemos que tú tienes el poder y el Señorío sobre todo, líbranos de toda soberbia o falta de fe que nos pudiera estar haciendo pensar como Ajaz que responde irónicamente a Isaías: «No la pediré. No tentaré al Señor» nosotros confiamos si confiamos en ti.

Te agradecemos la ayuda que nos has brindado en todas nuestras necesidades, así como lo hiciste en el momento culminante de la historia enviando a tu Hijo, todos tenemos alguna necesidad especial en estos momentos, te pedimos que vengas a ellas y que la certeza de tu cercanía nos impulse a ser cada vez mejores y fortalezca nuestra esperanza.

María ante los misterios que se le anuncian pregunta “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?”, le podemos copiar su pregunta, y después del «puesto que…» poner todo aquello nos sobrepase, guardar silencio, dejar que Dios nos consuele y recordar las palabras del ángel: “…no hay nada imposible para Dios”

(P. JLSS)