Fiesta de los santos Simón y Judas, Apóstoles
(Ef 2, 19-22 / Sal 18 / Lc 6, 12-19)

Cada que celebramos a algún apóstol, celebramos también que “el mensaje del Señor resuena en toda la tierra”; todos los apóstoles nos sirven de ejemplo para reconocer el poder de la gracia y de lo que uno puede ser capaz si se abandona a la gracia y al impulso del Espíritu Santo.

Los apóstoles dejan son testigos veraces de la voluntad del Señor, que quiere que todos nosotros nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad (cf. 1Tim 2, 4), de su amor, de su gracia; ellos nos enseñan que «ya no somos extranjeros ni advenedizos; sino que, somos conciudadanos de los santos y pertenecen a la familia de Dios».

Estos dos apóstoles son de los menos conocidos, quizás porque se llaman igual que otros apóstoles, a quienes celebramos hoy son a Simón a quien le decían el cananeo o el fanático; y a Judas, que no es el traidor, sino Tadeo. Ambos, haciendo lo que les tocaba y siendo auténticos se ganaron el cielo. Tanto Simón como Judas, nos podrían enseñar a no dejarnos guiar por prejuicios.

Es a Judas a quien el Señor le enseña que «quien le ama cumplirá sus palabras, su padre lo amará y vendrían a Él a hacer su morada» (Cf. Jn 14, 22-23), aclarándole que la manifestación de Jesús se dará en todo el que cree en Él. Por ello, pidámosle a Dios, por intercesión de los santos Simón y Judas, dejarnos influenciar más por el Evangelio que por cualquier otra cosa, que logremos ser dóciles al Espíritu Santo y así dar testimonio en el lugar que nos toque.

(P. JLSS)