(Gal 3, 1-5 / Lc 1 / Lc 11, 5-13)

«El justo por la fe vivirá» (Hab 2,4; Rm 1, 17; Gal 3, 11; Hb 10, 38) frase con la que el profeta Habacuc anunciaba la era mesiánica. Nosotros sabemos que la justificación es obra de Dios Trino, «Solo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras».

San Pablo, que el día de ayer nos hablaba de la rectitud y fidelidad que debemos tener al Señor, hoy dirige a los gálatas y a cada uno de nosotros el siguiente cuestionamiento: “cuando Dios les comunica el Espíritu Santo y obra prodigios en ustedes, ¿lo hace porque ustedes han cumplido lo que manda la ley de Moisés, o porque han creído en el Evangelio?” Quién reconoce el amor de Dios no necesita que le digan lo que debe hacer para ser bueno.

Cuando Zacarías reconoce la acción de Dios en su vida se le quita la mudez, queda lleno del Espíritu Santo y exclama un cántico de gozo al Señor, mismo que hemos usado como salmo responsorial, “Bendito sea el Señor, Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo…” ¿hace cuánto no le das gracias a Dios por todo lo que ha obrado en ti? Hagamos un ejercicio de reconocimiento de su acción, quizás agradecer sea lo único que nos hace falta para experimentar su acción y misericordia.

Acudamos a Dios nuestro Padre y pidámosle que por medio del Espíritu Santo nos haga experimentar lo grandioso de su obra redentora, de tu amor y misericordia. Aumenta nuestra confianza en ti Padre para vivir serenamente todas las circunstancias de nuestra vida, para ello: “Abre, Señor, nuestros corazones, para que aceptemos las palabras de tu Hijo”.

(P. JLSS)