(Col 3, 12-17 / Sal 150 / Lc 6, 27-38)
¿Cómo saber si estamos dejándonos amar por Dios libremente? Revisemos nuestra capacidad de amar; a quien se sabe amado se le nota y a quien se sabe amado infinitamente por Dios, se le debe notar mucho más. San Juan llega a decir en su carta: “Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1Jn 4, 12).
No permitamos que se enraícen en nuestro interior ideas o razonamientos meramente humanos, como les estaba pasando a los colosenses a quienes san Pablo reorienta: ser compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes, no es una obligación coercitiva, sino que debe surgir de nuestra fe, con palabras de san Pablo, “puesto que Dios los ha elegido a ustedes, los ha consagrado a él y les ha dado su amor…”
Todas las recomendaciones que les ha dado a los miembros de la comunidad de Colosas, tienen su sustento en lo ya recibido; no se trata de hacer mucho para alcanzar los dones de Dios, sino de aceptar lo mucho que ya nos halado Él y comenzar a corresponder. Tratemos a los demás como queramos ser tratados; porque si amamos sólo a quienes nos aman ¿que hacemos de extraordinario?
Padre Santo concédenos, por la fuerza del Espíritu Santo, experimentar de tal manera tu amor que vivamos queriendo corresponder al mismo; que nos dejemos mover por tus inspiraciones y seamos dóciles a tu amor siempre. Porque de la misma medida con que midamos, seremos medidos.
(P. JLSS)
Mañana 9 de septiembre cumplo un año más de vida, me encomiendo a tus oraciones.
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