(1Tim 1, 1-2. 12-14 / Sal 15 / Lc 6, 39-42)
¿Qué tanto agradecimiento sientes por la misericordia que el Señor ha tenido para contigo? El pecado, en quien se va acercando a Dios, puede causarle dos sensaciones: por un lado, el sentimiento negativo de impotencia; por el otro, la experiencia de la misericordia de Dios. Esta última debe ser nuestra realidad si confiamos en el amor y la gracia de Dios.
San Pablo, nunca dejó de tener presente todo su pasado, pero nunca lo utilizó para mantenerse en el piso, más bien lo hizo para experimentar la grandeza de Dios que «lo fortaleció»; y recordaba siempre “pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia, y la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí, al darme la fe y el amor que provienen de Cristo Jesús”.
Quien es capaz de valorar de esa manera la misericordia de Dios no tendrá tiempo para estar criticando la vida de los demás, mirando la paja en los ojos ajenos, porque reconocerá que si Dios le amó completamente en medio de sus limitaciones, al otro también le está amando, quizá lo que le haga falta sólo sea que se lo hagan saber.
Por ello hoy, te pedimos Espíritu Santo que nos des la humildad para preocuparnos más por ser mejores cada día, que no nos hagamos de montón que se preocupa solamente en describir la realidad, sino que seamos de quienes buscan transformarla viviendo el amor que han recibido de Dios.
(P. JLSS)
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