(Hch 8, 26-40 / Sal 116 / Jn 6, 60-69)

Ante el misterio de Jesucristo nunca debemos acostumbrarnos ni caer en el error de creer que le conocemos del todo, Él hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 25) y quiere que nuestras vidas sean plenas, si tu fe ha caído en la monotonía pregúntate si no has caído en esos errores.

Debemos imitar el ejemplo del etíope que ante la pregunta de Felipe es sincero, el apóstol le pregunta «¿Entiendes lo que estás leyendo? Él le contestó: ¿Cómo voy a entenderlo, si nadie me lo explica?. Entonces invitó a Felipe a subir y a sentarse junto a él.» No se queda con la duda, busca y acepta explicaciones.

En la Eucaristía el Señor se nos da como alimento para que no andemos por el mundo con apetitos desordenados, sino que vivamos alimentados por él, el mismo Señor nos lo dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida.” ¿Hace cuánto no comulgas?

En el capítulo 6 del Evangelio de San Juan encontramos el discurso del Pan de la Vida, Jesús se presenta como nuestro alimento y no sólo eso, sino como una garantía para la vida eterna, no rechacemos este magnifico don ni nos acostumbremos a no recibirle sacramentalmente, recordemos sus palabras, “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”.

(P. JLSS)