(2Sm 5, 1-3 / Sal 121 / Col 1, 12-20 / Lc 23, 35-43)

¿Cuáles son los distractores que tengo a la voluntad de Dios? En eso meditamos la semana pasada, yo decía que se podían dividir de dos maneras los que se fundamentan en la comodidad o en el pesimismo, hoy se trata de aceptarles como lo que son y reconocer quién es quien debe reinar en nuestras vidas.

Cuando escuchamos el relato de Segunda de Samuel, se nos narra que David era el rey de Judá (las tribus de Judá y de Benjamín) y ahora era reconocido también por Israel (las otras diez tribus restantes). David ya había sido ungido rey aunque no todas las tribus lo reconocían ¿crees que Jesús reina? ¿Le dejas reinar en tu vida? ¿Reconoces su poder?

Demos gracias a Dios nuestro Padre porque “Él nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención, esto es, el perdón de los pecados.” ¿Porque en el mundo no parece reinar? Por el pecado. Porque no le permitimos reinar completamente en nosotros ¿por qué nos da tanto miedo soltar viejos ídolos?

No limitemos el poder de nuestro Señor Jesucristo, el reina, abandonémonos a su amor y así gracia, dejemos de pensar tanto en nosotros y aceptemos lo que nos ofrece. El no vino solamente a quitar el pecado, sino que también ofrece vida y en abundancia (cf. Jn 10, 10). Imitemos al buen ladrón y abandonémonos a la misericordia de Dios, sólo está esperando que se lo pidas para decirte: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. No te deja para después, hoy mismo…

(P. JLSS)