(Jr 1, 4-5. 17-19 / Sal 70 / 1Cor 12, 31-13, 13 / Lc 4, 21-30)
El domingo pasado celebrábamos el domingo de la palabra de Dios, en el cual éramos invitados a recurrir a ella para encontrarnos con Cristo. Hoy escuchamos la continuación del pasaje del Evangelio que la semana pasada, en el que decíamos que podíamos descubrir el dinamismo de la Palabra, en las palabras de Jesus: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”
Toda la gente que estaba reunida en la sinagoga iba a escuchar la Palabra de Dios y a aprender de ella, todos fueron testigos de lo que Jesús proclamó, sin embargo entre los asistentes hubo quien se emocionó con este anuncio, quien lo aceptó, quien se cerró al mismo criticando al Señor y quien hasta le quiso despeñar. Ante la palabra de Dios ¿Cuál es tu actitud? ¿Estás abierto(a) a recibirle?
San Pablo, en su enseñanza a la comunidad de los Corintios ha hablado acerca de la importancia que tiene el amor, y es que nuestra vida de fe debe estar cimentada en el amor de Dios y en abandonarnos cada vez más a ese amor, aceptando su gracia. Él es el protagonista, el que ha actuado primero, el que quiere amarnos ¿Estás buscando a Dios? Acepta su amor, ¿te sientes solo(a)? Acepta su amor ¿necesitas consuelo? Acepta su amor…
Dios nos conoce y de que somos de barro no se olvida (cf. Sal 103, 14), por ello, como el Padre Bueno que es, nos procura todo lo que necesitamos para ser mejores y para que estemos bien, no permitamos que nada ni nadie nos haga dudar de la misericordia de Dios. “Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las naciones. Cíñete y prepárate; ponte en pie y diles lo que yo te mando… Te harán la guerra, pero no podrán contigo, porque yo estoy a tu lado para salvarte.
(P. JLSS)
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