(Hch 4, 8-12 / Sal 117 / 1Jn 3, 1-2 / Jn 10, 11-18)
El domingo pasado le pedíamos a Dios que abriera nuestro entendimiento para comprender mejor su palabra, que nos quitara todo aquello que podría estar manteniéndonos embotados, tanto la euforia excesiva como el pesimismo o tristeza exagerada. Hoy se nos invita a seguir a nuestro Buen Pastor confiando en que nos conduce a tierras buenas.
Las características del Buen Pastor es que da la vida por sus ovejas, las conoce y ellas le conocen a él, por eso lo siguen sin temor a donde vaya, y creo que allí cabe lo que nos debemos cuestionar este día ¿qué tanto me he interesado por conocer más a Jesús? ¿Acepto que me conoce y me ama?
El apóstol nos invita a reconocer este misterio de amor, “queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él.” Vivir como hijos de Dios… hay que adentrarnos en el misterio de Jesucristo, indagar más en su persona.
Sabemos que “ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como salvador nuestro.” Que nuestros miedos o prejuicios no nos lleven a rechazarle, él es la piedra angular, la única de la que hay que aferrarse. Padre, te damos gracias por tu amor, ayúdanos a reconocerlo cada vez más y acrecienta nuestra confianza en nuestro Buen Pastor.
(P. JLSS)
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