(Hch 11, 1-18 / Sal 41 / Jn 10, 1-10)

Ayer le pedimos a Dios la capacidad de reconocer que Él nos conoce y procura para nosotros lo que sabe que necesitamos, no lo que nosotros creemos merecernos. Hoy se nos invita a seguirle confiados en que contamos con él. “Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz…”

Muchos de nosotros nos podríamos identificar con alguno de los versos del salmo que escuchamos, uno que hoy me gusta como para que lo reflexionemos es el siguiente: “Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío.” ¿Si le buscamos la novedad en Dios, que sabemos nos ama o preferimos buscar donde mismo, aún cuando sabemos cuáles serán los resultados?

Pedro, estuvo abierto a la novedad que Dios le presentaba, fue capaz de reconocer la acción de Dios en aquello que según sus criterios podía considerarse impuro, cuando por medio de una visión el Espíritu Santo le dice: “No tengas tú por impuro lo que Dios ha hecho puro…”. Esto lo podemos dirigir también hacia nosotros mismos cuando nuestros miedos limitan la acción de Dios en nuestro interior. Si Dios nos ha hecho dignos ¿por qué seguir considerándonos indignos?

Dios nos ha dado su espíritu, su amor vivo en nuestro interior, dejemos que este se note también en el trato con los demás, amar al prójimo como a nosotros mismos es el mandamiento pero si no somos capaces de reconocer el amor que Dios nos da ¿cómo pretendemos amar a los demás?. “Si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús, ¿quién soy yo para oponerme a Dios?”

(P. JLSS)