(Ex 17, 3-7 / Sal 95 / Rm 5, 1-2. 5-8 / Jn 4, 5-42)

La temática dominical ha sido, el primer domingo de cuaresma: la necesidad de imitar a Jesús y dejarnos conducir hacia el desierto cuaresmal sin olvidar que se presentaran las tentaciones del demonio; el segundo, la reflexión giró entorno a la necesidad de escuchar al Hijo amado del padre; hoy se nos invita a reconocer que tenemos necesidad de que nos «hidrate».

La sed, según el diccionario es, «es el apetito o deseo ardiente de algo» ¿sientes necesidad de Dios en tu vida? “Hagámosle caso al Señor, que nos dice: «No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.” ¿Existe alguna necesidad concreta en la que aceptes que hace te falta experimentar más a Dios? No dudes, pídele de beber a Él.

Recordemos lo valiosos que somos para Dios, el inmenso amor que nos tiene y que nos ha manifestado en Cristo. Reconoce el inmenso amor que se te ofrece y reconoce que te falta. “Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.”

Imitemos a esta mujer samaritana que permite que la palabra de Jesús rompa todas aquellas limitaciones que le hemos puesto a su misericordia por nuestros pecados o que nos han generado los demás, y permitamos que su agua nos empape completamente… “Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna.”

(P. JLSS)