LUNES – SEMANA III DE CUARESMA

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(2Re 5, 1-15 / Sal 41 y 42 / Lc 4, 24-30)

Ayer se nos presentaba Jesús como la fuente de la que mana agua que da la vida eterna y se nos invitaba a reconocer que tenemos necesidad de Dios. Hoy el salmo decía “como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío” deberíamos preguntarnos si reconocemos que tenemos necesidad de Dios o no.

La frase de Jesús «nadie es profeta en su tierra» ¿se te podría aplicar a ti? Muchos de los personajes del Evangelio se cerraban a la acción de Jesús porque éste no se moldeaba a lo que ellos querían o a lo que esperaban, otros creían conocerle y por ello se cerraban a su novedad, por ello se cerraban le permitían actuar en su interior. ¿Nos pasará algo semejante?

A Naamán se le pidió bañarse en el Jordán para quedar limpio de la lepra, y porque se le hacía poco el remedio casi se queda enfermo, como la curación había carecido de espectacularidad, sin embargo prestó oídos a sus criados que le hicieron entrar en razón diciéndole: “Padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa muy difícil, ciertamente la habrías hecho; cuanto más, si sólo te dijo que te bañaras y quedarías sano…”

Al igual que a Naamán a ti y a mi se nos pide algo bien sencillo para que nuestras vidas se transformen, acercarnos a Jesús y dejar que su agua viva se convierta en nosotros en un manantial capaz de dar la vida eterna. Abandonémonos a su acción y aceptemos que Dios nos ama porque así lo ha decidido, dejémonos inundar del Espíritu Santo.

(P. JLSS)

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