(Rom 4, 1-8 / Sal 31 / Lc 12, 1-7)
Para nosotros son las palabras del Salmo: “Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño”. ¿Qué tanta dicha nos da esto? ¿De qué habremos de gloriarnos? Sólo en Dios, en su amor y misericordia…
Cuando aparece en las lecturas el tema de la justificación, me gusta aclarar lo que se entiende por esto: «Solamente por Ia gracia y por Ia fe que tenemos en Ia obra salvadora de Cristo, y no debido a nuestros méritos, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo, que renueva nuestros corazones y nos capacita e impulsa a las buenas obras» (cf. All under one Christ, n. 14)
Jesús, en el Evangelio, pareciera que nos invitara a no olvidar esto cuando les dice a sus discípulos, “Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse…” el único que merece honores es Cristo, en nosotros queda vivir gozándonos en su amor y entrega por nosotros.
Nuestro mayor temor debe ser perder nuestra amistad con Dios, dejar que nuestro orgullo o soberbia nos alejen de Él ¿qué te preocupa? ¿Qué te está quitando el sueño? Déjalo en sus manos. Recordemos las palabras del Señor: “¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos.”
(P. JLSS)
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