(Ez 37, 1-14 / Sal 106 / Mt 22, 34-40)

Cuando se le pregunta al Señor sobre el mandamiento más importante de la ley, su respuesta es muy interesante, no da uno da dos que él presenta como semejantes: el «Shemá Israel», amar a Dios sobre todas las cosas (cf. Dt 6, 4-9) y, el segundo, amar al prójimo como uno mismo (cf. Lv 19, 18), en ellos se fundan la ley y los profetas.

Recordemos que este maestro de la ley se acerca a Jesús para ponerle una prueba, no le interesaba tanto la doctrina de Jesús, pero él con su sabiduría le enseña a este hombre que no podemos creer que somos buenos sólo por cumplir con ciertos mandamientos si nos olvidamos de las necesidades de quienes nos rodean, ni tampoco si sólo nos preocupamos actos filantrópicos sin Dios, muchas veces realizados únicamente por cuestiones meramente egoístas y/o vanidosas.

¿Cómo está tu amor a Dios? ¿Cómo está tu amor al prójimo? Para acrecentar el amor a Dios debemos reconocer el amor que nos tiene y ha demostrado; para crecer en el amor al prójimo basta con reconocer que Dios nos ama aún en medio de nuestras debilidades y pecados, que todos hemos pasado de la muerte a la vida por Cristo (cf. 1Jn 3, 14-24).

Analicemos nuestro interior y pidamos a Dios que nos conceda una mayor experiencia de su amor, que seamos capaces de reconocer su amor aún en medio de nuestras limitaciones, para también ser capaces de reconocer su amor en los otros y así procurar su bien. «La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios» (CCE 1822). Se trata de reconocer cada vez más el amor que Dios nos tiene.

(P. JLSS)