En estos momentos de tu vida ¿qué es aquello que te hace dudar más de las promesas que Dios te ha hecho? ¿Será en realidad que Dios no quiera actuar o será más bien que ya no le dejamos actuar por nuestros prejuicios? Dios jamás atentará contra nuestra libertad.
El leproso del Evangelio se acercó a Jesús confiado en su poder y abandonó su problema en las manos del Señor, “Señor, si quieres, puedes curarme”, encontrándose entonces con la voluntad que tiene de que estemos bien, «que nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad» (cf. 1Tim 2, 4), “Jesús extendió la mano y lo tocó, diciéndole: «Sí quiero, queda curado»”.
Nuestras dudas o incomprensiones sobre la voluntad de Dios, no siempre deben ser consideradas buenas o malas. El mismo Abraham, ante la promesa de Dios, mira su realidad “¿Podrá un hombre de cien años tener un hijo, y Sara, a sus noventa, podrá dar a luz?, sin embargo no se queda en su duda, sigue escuchando a Dios. La duda nunca es buena o mala, es duda.
Por eso este día revisemos cuáles están siendo nuestras mayores dudas, pongámoslas en manos del Señor abandonados en su amor, confiando en su poder y en que quiere nuestro bien. Espíritu Santo ilumina nuestro entendimiento para no permitir que por temor o por duda acudamos a falsos refugios antes que a ti.
(P. JLSS)
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