(2 Cor 11, 18. 21-30 / Sal 33 / Mt 6, 19-23)

La espiritualidad podríamos decir que es la manera en la que vivimos nuestra fe, la forma en que la involucramos en nuestra vida; debemos tener cuidado de qué estas prácticas estén dirigidas a dar culto a Dios y que no puedan aplicársele las palabras de Jesús: “Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!”

En la vivencia de tu espiritualidad ¿Buscas acrecentar tu relación con Dios o sólo se resume en un conjunto de prácticas y oraciones sin más? Debemos procurar darle a Dios el lugar que le corresponde, valorarlo más, «porque donde está nuestro tesoro, ahí también estará nuestro corazón».

Del valor que le demos a Dios dependerá, también, qué tanto nos esforcemos por no perderle, por alcanzarle, dejaremos de estar con preocupaciones meramente humanas que únicamente conducen a la presunción y la jactancia como tristemente les estaba pasando a algunos corintios.

San Pablo una vez más nos da cátedra de fe, de esperanza y de caridad cuando, de manera poco irónica, comienza a presumir a la comunidad aquello que vale la pena, todos los momentos en los que ha manifestado su esperanza y fidelidad a Cristo, cuando se ha visto sostenido por el Señor. Padre santo, ayúdanos para saber reconocer tu presencia a nuestro lado y que Tú seas nuestra mayor riqueza.

(P. JLSS)