(Hch 25, 13-21 / Sal 102 / Jn 21, 15-19)

La frase del salmo que escuchamos: “como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos” siempre me ha recordado a los niños cuando se les preocupa qué tanto quieren a alguien o algo y responden cosas como «de aquí al cielo», «de aquí a china»…

Y es que así debería ser nuestra confianza en Dios, abandonados a su misericordia, que es mucho más grande que nuestros pecados, hagamos caso al Señor que nos dice que si no nos hacemos cómo niños no podremos entrar en el reino de los cielos (cf. Mt 18, 3) ¿Confías en la misericordia que Dios te tiene?

En la primera lectura escuchamos cómo San Pablo estaba bien convencido de la resurrección de Cristo y por eso no se dejaba intimidar por nadie. En el Evangelio, san Pedro vive una experiencia tremenda de la misericordia, se encuentra con un Señor que no le reprocha sus “negaciones” le lleva a enfrentar las mismas con su amor.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos haga experimentar la misericordia de Dios, es decir que podamos experimentar su amor conscientes de nuestras limitaciones, para que sea su amor el que nos lleve a decidirnos por ir abandonando todo aquello que nos limita impulsados por su amor y no por miedo al castigo. «No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte» (Anónimo).

(P. JLSS)