(Hch 9, 1-20 / Sal 116 / Jn 6, 52-59)
Dos temas resaltan en la palabra de este día, la conversión de san Pablo y la necesidad de comunión, san Pablo pasa de perseguidor a testigo de la resurrección del Señor, para ello la comunión fue algo fundamental ¿qué tanto estoy abierto a recibir al otro con todo y sus diferencias?
Cada que leemos vidas de los grandes santos podemos reconocer como su entrega depende de su experiencia de amor y misericordia de Dios. San Pablo tuvo un plus, se sintió recibido por aquellos a los que el mismo perseguía. ¿Nuestras actitudes son de apertura o de rechazo a los demás?
Jesús al quedarse en la Eucaristía quiere que vivamos la comunión, todos somos alimentados por un mismo pan que ha bajado del cielo, quien nos alimenta es el mismo porque a todos nos ama, quizá nuestra cerrazón a los demás también se deba a nuestra lejanía de la Eucaristía.
Cristo se ha querido quedar con nosotros como alimento el mismo Señor nos habla sobre nuestra necesidad de comer su cuerpo y beber su sangre, por ello el Evangelista deja en claro que no lo hace en sentido metafórico cuando el Jesús habla de comer (fágete v.53) su carne, sino que aclara, que lo hizo en sentido realista debían masticarlo, roerlo, etc. (Trógon v.54). Anhelemos la comunión con Cristo, en su presencia real (en la eucaristía) y en la comunidad. Que lleguemos a ser vínculo de amor y caridad.
(P. JLSS)
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