(Is 48, 17-19 / Sal 1 / Mt 11, 16-19)

“Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado…” ¿se los podrán aplicar a nosotros estas palabras de Jesús? El contexto de las mismas se da ante la incredulidad y falta de disposición para el cambio de la gente, a Juan no le hacían caso por exótico, a Jesús tampoco por cercano.

Quien no quiere cambiar, quien no es capaz de reconocer en sí mismo esta necesidad, rechazará (consciente o inconscientemente) toda acción que Dios quiera obrar en su vida. Debemos revisar nuestras actitudes y aceptar si estamos cayendo en este error, no permitamos que el miedo o la desconfianza nos lleve a justificar malas acciones.

Escuchemos las palabras del profeta y dejémonos interpelar por ella: “Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye en lo que es provechoso, el que te guía por el camino que debes seguir. ¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos! Sería tu paz como un río y tu justicia, como las olas del mar.” ¿Cuál es la razón por la cual no seguimos lo que nos conviene?

Pidámosle a Dios que fortalezca nuestra confianza en Él, que ninguna circunstancia nos haga dudar de que nada nos puede vencer si estamos con Él, dichoso quien confía en el Señor “es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.

(P. JLSS)