24 de diciembre (Misa matutina)
(2Sam 7, 1-5. 8-12. 14. 16 / Sal 88 / Lc 1, 67-79)

A Zacarías se le anuncia el nacimiento de su hijo Juan el Bautista siendo ya viejo, tanto él como su esposa, pero por poner mayor atención en su lógica que en el poder de Dios, esto le parece imposible y por su incredulidad se queda mudo (Cf. Lc 1, 5-20). Así le pasa al que no tiene fe, cualquier cosa le enmudece, le traba.

¿Cómo anda tu fe en estos momentos? ¿Permites que tu fe sea limitada por tu lógica? Desde que empezaba el Adviento, he venido comentando que este año debíamos seguir el ejemplo de María que ante la incomprensión de la voluntad de Dios no pregunta ¿Por qué…? Sino que confiando en Dios pregunta: ¿Cómo va a ser esto? (Cf. Lc 1, 26-35).

Nuestra lógica siempre se quedará corta frente a Dios, en la primera lectura escuchamos cómo el Rey David, por distraerse piensa desde la opulencia o el poder de su corona y hasta le dice a Natán: “Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?”, por eso se le recuerda de donde salió y se le hace reconocer la acción de Dios en su vida y se le renuevan las promesas.

Señor, te pedimos que nos llenes del Espíritu Santo y que éste fortalezca nuestra esperanza, que ante cualquier dificultad o tristeza surja en nuestro interior la certeza: “Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: «Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos”.

(P. JLSS)