(Rm 11, 1-2. 11-12. 25-29 / Sal 93 / Lc 14, 1. 7-11)

“Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón…” que importante dejar al Señor cargar junto a nosotros, muchas de nuestras complicaciones no tuvieran tanto poder si le dejáramos involucrarse en ellas, ¿existen situaciones que te hayas reservado? ¿Por qué ha sido?

San Pablo invita a los Romanos a aprovechar la cercanía y disposición de Dios sin olvidarse de la misericordia: “¿Acaso los judíos han tropezado para no volver a levantarse? De ninguna manera, puesto que su caída ha tenido como consecuencia que la salvación llegue a los paganos y esto provoque la emulación de los judíos.” De lo que había de gloriarse es del Señor.

De lo que se trata es de ocupar el lugar que nos corresponde sin creernos más que nadie, reconociendo que la mayor dignidad que tenemos es ser hijos de Dios, amadísimos y contar con su gracia para salir adelante. ¿Qué tenemos que no hayamos recibido? (Cf. 1Cor 4, 7)

Padre santo, ayúdanos a aceptar la grandeza de tu misericordia y que sea ésta la que nos mueva a ser mejores personas tanto con nosotros mismos como con los demás, señor Jesucristo, involúcrate en toda nuestra existencia para no andar temiendo nada más que perder tu amistad.

(P. JLSS)