(Ex 12, 37-42 / Sal 135 / Mt 12, 14-21)

“Dios reconcilió al mundo consigo por medio de Cristo, y nos confió el mensaje de la reconciliación…” si reflexionáramos con detenimiento en esta frase y la grabáramos en nuestro corazón, la interpretación que hiciéramos de los acontecimientos sería muy distinta, así como también la manera en que los afrontáramos.

Los israelitas siempre tienen presente la libertad que Dios les dio la noche de Pascua, todo lo que hubo y sucedió y esto les ayudaba a no desalentarse en los momentos de dificultad. Por algo similar San Pablo, en la aclamación antes del Evangelio, habla de «mensaje de reconciliación», debemos recordar siempre que Dios ha querido reconciliarnos con Él.

Dios nos ama infinitamente y es eterna su misericordia, aceptemos ese amor que sobrepasa nuestras capacidades, en la Cruz encontramos la prueba de su amor. Cumplió las palabras del profeta: “No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza.”

Dejemos de enfrentar nuestras vidas como desamparados, quienes creemos en Jesús reconocemos la Cruz (el sufrimiento) como parte de la vida y una oportunidad para dejarnos auxiliar por Dios. Por eso Padre Celestial te pedimos la fortaleza para afrontar todo aquello que nos esté costando más trabajo y que el Espíritu Santo nos ilumine para interpretar la realidad desde el amor que nos tienes.

(P. JLSS)