(2Cro 24, 17-25 / Sal 88 / Mt 6, 24-34)
Ayer que reflexionábamos acerca de qué es aquello que consideramos como nuestro tesoro y concluíamos que debemos procurar que Dios sea nuestra mayor riqueza y acudir a él confiados en que somos sus hijos y quiere nuestro bien. Así que sólo en él debemos poner nuestra confianza.
Al escuchar la frase que san Pablo dice a los Corintios: “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza.” Debemos considerar esa generosidad de Dios de hacerse uno de nosotros para que ninguno de nosotros le consideremos lejano o distante. Él nos comprende y sabe lo que necesitamos.
Jesús nos invita continuamente a confiar en el Padre antes que en cualquier otra cosa, a no poner nuestra confianza en el dinero, el dinero es medio nunca un fin. “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.”
Que el Espíritu Santo nos recuerde siempre las palabras de Jesús: “Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas.” Mucho más en los momentos de dificultad o preocupación, contamos con Dios y si Él está con nosotros nadie podrá contra nosotros (Cf. Rm 8, 31).
(P. JLSS)
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