“Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza, al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno. (Hb 5, 16)

Palabra del Señor

(Hch 13, 44-52 / Sal 97 / Jn 14, 7-14)

El amor como la misericordia se aceptan o se rechazan no hay más, Pablo y Bernabé dijeron a los judíos de Antioquia: “La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos.” Mientras los judíos se cerraban, los «páganos» se regocijaban.

Entonces la pregunta que debemos hacernos hoy en nuestra reflexión personal es ¿Qué tanto rechazamos el amor de Dios por considerarnos indignos? Creer en la misericordia de Dios implica el reconocimiento de que el Padre ha querido manifestarnos su amor con el envío de su Hijo para redimirnos.

Felipe, en el Evangelio que escuchamos le pide al Señor que les muestre al Padre y con eso les bastaría, a lo que él le responde: “tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.” En Jesucristo nos encontramos con el amor de Dios, su voluntad de salvarnos (cf. Jn 3, 16-17)

Tengamos en cuenta el amor misericordioso de Dios y abandonémonos a este misterio, “Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza, al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno. (Hb 5, 16) Mantengámonos fieles a la palabra de Cristo cimentados en su inmenso amor, dejándonos impulsar por su gracia.

(P. JLSS)